lunes, 19 de diciembre de 2011

Capítulo 4.

Llegó el lunes. Sonó la alarma y la apagué. Vino mi hermana como de costumbre a despertarme de nuevo. Miré la hora, las ocho menos cuarto. Salté de la cama y fui corriendo a ducharme. Mientras me duchaba estaba pensando en lo largo que iba a ser este puto lunes. A las ocho y media salí de mi casa, llegué tarde a clase y no me dejaron entrar. Retrasé el encuentro con Susana y Brenda una hora que dediqué a imaginar qué me dirían o cómo me mirarían, o si todo seguiría como siempre.
Entré a clase, bajé la silla, colgué la mochila y me senté. No dije nada, no me salía ni un hola. De pronto todas se acercaron a mi.
-¿Qué te pasa?- Levanté la cabeza y las vi a mi alrededor. Todas mis amigas de la clase estaban encima de mi.
-¡Dios, que agobio joder!- Me levanté y salí de la clase. Tenía que ver a Lorena. Todas se quedaron en la puerta viendo como me dirigía a 2ºA. Me asomé a la puerta y la vi.
-¡Fea mierdaaaaaaaaa! ¡Ven aquí ya!
-¡Aaaaaaaaaash! ¿Qué dices amol?
-Me odio...- Me aguanté las lágrimas.
-¿Qué ha pasado cariño?
Se lo conté, como era normal. Lo tenía que saber. Ella era yo pero en otra persona, lo sabía todo de mí.
Me miró a los ojos- ¿Tú eres gilipollas o qué? ¿Te odias por eso? Muchacha si te pego una ostia...- Empezó a reírse, y yo también.
Salieron Brenda y Susana a llamarme para que entrara a clase. Pasé por su lado sin mirarlas a ninguna. Entré y me senté. Después de otra terrible, aburrida y larguísima hora llegó el primer recreo.
-Ash, espérame en la puerta que tengo que hablar contigo.- Me dijo Susana al ver que me iba sin decir nada otra vez.
Salió de clase con Brenda detrás, como siempre.
-¿Qué pasa?
-Nada.
-¿Es por lo de ayer?
-Sí. Te enfadaste conmigo.
-Yo no me enfadé.
-Susana que gilipollas del todo aún no lo soy.- Me di la vuelta y me choqué con alguien.- Joder macho, ¡mira por donde vas!- le grité sin saber quien era.
-Pues anda... que bien nos hemos levantado hoy.- Era su voz. Tenía que ser justo él. Tenía que ser Marcos. No quería verle así que eché a andar. Ni levanté la cabeza.- Tú, que te estoy hablando.- Me cogió de la muñeca.
-Déjame tranquila.- Me solté y bajé las escaleras. Vi a Lorena y me quedé con ella en un rincón.
Las siguientes interminables horas fueron mas o menos igual, y en el recreo tampoco hablé con nadie. Volví a casa sola, y así me tiré todo el día. Sin más compañía que mis confusos pensamientos.


Continuará...*

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